No tengo fuerzas para seguir manteniendo este blog. Al menos de momento.
Gracias a todos por haberme aguantado todo este tiempo.
Espero volver. O no. Who knows! Que diría alguno.
Hasta pronto. Muchos besos a todos.
Visionario sin recursos
... o ese lugar en el que plasmo todo eso que se me ocurre.
jueves, 29 de julio de 2010
domingo, 27 de junio de 2010
Soñar contigo
... me arde la piel al pensarte...
... déjame soñar...
... que es lo único que me queda....
... déjame soñar...
... que es lo único que me queda....
martes, 22 de junio de 2010
El camino de la derecha
Siempre que me despido de Londres tengo esta sensación de vacío por dentro. Es como si sus calles absorbieran toda mi energía y se la quedaran obligándome a volver a recuperarla. Una decisión mal tomada, un corazón abandonado o un tren perdido.
Un tren perdido... No puedo evitar volver a pensar en ello una y otra vez. A veces el destino se pone juguetón y esta vez así ha sido. ¿Ocurre todo por un motivo? ¿Por qué tengo entonces la sensación de que no tomé la decisión adecuada? Qué confusa me siento.
"¿Te das cuenta de que podríamos habernos casado y haber tenido hijos?" me has repetido mas de una vez durante las pocas horas que hemos pasado juntos. Para añadir después: "Ahora ya es demasiado tarde". Eso no es justo.
Veo ante mis ojos la vida que podría haber tenido. No es una visión muy agradable porque una prefiere no saber que se ha perdido cuando en un cruce de caminos eligió tomar el de la izquierda. Cuando te enseñan lo que escondía el de la derecha te puede parecer que no merecía la pena, aunque también puede parecer que era mucho mejor, incluso si tu vida en la actualidad no está del todo mal. En mi caso así es, sin embargo, mi camino de la derecha, ese que decidí no tomar, resulta que es jodidamente bueno.
He visto la vida que pude haber tenido y ahora ya no puedo hacer nada para poder alcanzarla. Y eso me confunde.
Foto realizada en St James Park, Londres. 21 de junio de 2010. Modelo: Olaia.
martes, 18 de mayo de 2010
miércoles, 14 de abril de 2010
Te pienso y te quiero
Te pienso y te quiero
y te acaricio en sueños
y me estremezco.
Me doy la vuelta y no te encuentro
ni tu cara, ni tus manos,
ni tus besos.
Te siento y mi cuerpo te llama
en mitad de la noche
hambriento.
Sigo sin encontrarte
ni mis manos, ni mi boca
ni mi sexo.
Te amo y te asesino
más bien a tu recuerdo
que viene a mí
noche tras noche
a atormentarme.
Sigo sin poder hacerlo
y estás en mí
y estoy en ti.
y te acaricio en sueños
y me estremezco.
Me doy la vuelta y no te encuentro
ni tu cara, ni tus manos,
ni tus besos.
Te siento y mi cuerpo te llama
en mitad de la noche
hambriento.
Sigo sin encontrarte
ni mis manos, ni mi boca
ni mi sexo.
Te amo y te asesino
más bien a tu recuerdo
que viene a mí
noche tras noche
a atormentarme.
Sigo sin poder hacerlo
y estás en mí
y estoy en ti.
domingo, 11 de abril de 2010
Recuerdos húmedos
¿Cómo puede ser que después de tanto tiempo
estés tan fresco en mi memoria?
Hoy me humedecí pensando en tus besos.
estés tan fresco en mi memoria?
Hoy me humedecí pensando en tus besos.
lunes, 5 de abril de 2010
Lo que me da vida...
sábado, 3 de abril de 2010
De Norte a Sur
Sabía que estaría perdida cuando le vi mirar, entre la gente, hacia el lugar donde yo estaba. ¿Cómo una mirada puede decir tanto? Mi instinto me obligó a caminar hasta allí, y esperar a que dijeras algo. ¡Descarado! No tardó en llegar tu saludo. Tímido, arrogante.
Tus ojos me comían, de norte a sur. Los míos miraban al suelo, sin saber muy bien a qué punto aferrarse.
Tus palabras me drogaron. Veía mover tus labios sin saber muy bien ya qué decían. Todo mi cuerpo se hallaba ingrávito; flotando entre nubes que me empujaban hacia ti.
Un impulso más y me sorprendí comiéndote la boca. Saboreándote. Permitiendo que entraras en mí. Eternamente.
Tus ojos me comían, de norte a sur. Los míos miraban al suelo, sin saber muy bien a qué punto aferrarse.
Tus palabras me drogaron. Veía mover tus labios sin saber muy bien ya qué decían. Todo mi cuerpo se hallaba ingrávito; flotando entre nubes que me empujaban hacia ti.
Un impulso más y me sorprendí comiéndote la boca. Saboreándote. Permitiendo que entraras en mí. Eternamente.
martes, 23 de febrero de 2010
Perderse otra vez
¿Qué será de mí cuando vuelva a sentir en mi cuerpo tus delgados dedos de brujo?
¿Qué ocurrirá cuando tu boca se trague el poco aire que me queda al sentirte tan cerca?
Pasará lo de siempre.
Me perderé.
¿Qué ocurrirá cuando tu boca se trague el poco aire que me queda al sentirte tan cerca?
Pasará lo de siempre.
Me perderé.
martes, 2 de febrero de 2010
Colección de recuerdos
A menudo los recuerdos llegan para quedarse. Los apilas en las esquinas de las habitaciones. En los huecos entre la ropa de invierno. Otras veces acabas comprando algunas de esas cajas de plástico tan funcionales con el fin de seguir almacenándolos debajo de la cama, o encima del armario o incluso en el trastero o en el garaje, junto a botellas de vino destinadas a ocasiones especiales, que a veces ni siquiera llegan.
De repente, a finales de verano, con el cambio de una estación a otra, te pones a hacer limpieza. Y te das cuenta de que aquel jersey ya no te queda tan bien. Igual que su recuerdo, del que tanto te cuesta desprenderte, por si se pudiera reciclar, o por si él se arrepintiera de haberse deshecho de ti y volviera. Si eso ocurriera tendrías que volver a sacar todos esos momentos de los armarios, de las cajas, de las esquinas, y los huecos. ¿Qué pasaría entonces si ya no los tuvieras? No, no puedes permitírtelo.
Y a veces, más bien, casi siempre, lo mejor es coger una gran bolsa, abrirla mucho, e ir tirando todos y cada uno de esos recuerdos que ya no sirven, que hacen daño, que no te permiten mirar hacia delante, para después cerrar la bolsa, con mucho cuidado para que a ninguno de ellos se les ocurra escapar para volver al agradable calor del armario, y lo tiras a la basura. Sin miramientos, ni compasión.
De repente, a finales de verano, con el cambio de una estación a otra, te pones a hacer limpieza. Y te das cuenta de que aquel jersey ya no te queda tan bien. Igual que su recuerdo, del que tanto te cuesta desprenderte, por si se pudiera reciclar, o por si él se arrepintiera de haberse deshecho de ti y volviera. Si eso ocurriera tendrías que volver a sacar todos esos momentos de los armarios, de las cajas, de las esquinas, y los huecos. ¿Qué pasaría entonces si ya no los tuvieras? No, no puedes permitírtelo.
Y a veces, más bien, casi siempre, lo mejor es coger una gran bolsa, abrirla mucho, e ir tirando todos y cada uno de esos recuerdos que ya no sirven, que hacen daño, que no te permiten mirar hacia delante, para después cerrar la bolsa, con mucho cuidado para que a ninguno de ellos se les ocurra escapar para volver al agradable calor del armario, y lo tiras a la basura. Sin miramientos, ni compasión.
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