martes, 29 de julio de 2008

jueves, 17 de julio de 2008

La sonrisa y la culpa

Sonríe. Sonríe por favor. Él la miraba suplicante. Ella se perdía en el vacío. El color de sus ojos apenas era perceptible detrás de aquel océano de lágrimas que salía a borbotones sin poder contenerse.

Sonríe. Por favor, no estés tan seria. Pero los esfuerzos que ella hacía porque en su boca se dibujara una sonrisa, no eran más que muecas espantosas, tristes, ridículas.

Sonríe. Si no lo haces, me sentiré culpable. Eso llamó su atención. Sus ojos dejaron de llorar y se posaron sobre la boca de aquel hombre cuya candidatura a ser el elegido nunca había estado tan cerca de ser real. ¿Qué has dicho? He dicho que si no sonríes me sentiré culpable. La carcajada se escuchó en todo el edificio. Ella no podía dejar de reír, y él no entendía a qué se debía.

¿Qué te sentirás culpable? Preguntaba una y otra vez, incrédula. Su cara dejó de reflejar diversión y pasó a ser odio en estado puro. ¿De verdad no lo entiendes? Ella se levantó y se dirigió a la puerta, la abrió y señaló el rellano. Sal de esta casa, sal de mi vida. Él caminó hacia ella, despacio.

¿Por qué? Ella sonrió. No quiero que te sientas culpable.

domingo, 13 de julio de 2008

El miedo

Es el miedo el que nos deja paralizados. Me da igual lo que digas. El miedo. Sólo él. Nos impide dar el paso, saltar y sentirnos libres. El miedo con sus múltiples caretas. El miedo en forma de comodidad. El miedo vestido de indiferencia. El miedo.

Si te alejas es por miedo. Si callo es por miedo. Él nos obliga a estancarnos, a cerrar las puertas a cal y canto, a quedarnos en el mismo lugar y no querer avanzar. Él nos llena la boca de excusas y justificaciones, de explicaciones que ni nosotros mismos creemos.

Y le hacemos caso. Como si fuera un dictador disfrazado que nos llena la mente de buenos propósitos con técnicas de propaganda envolvente. Nos indica qué hacer, dónde, cómo y porqué. No dudamos de él porque pensamos que la razón es otra. ¡Qué manipulador!

Sólo cuando seamos conscientes de que el miedo es lo que nos impide ser libres, la senda hacia nuestro propósito estará más clara. Las malas hiervas se apartarán. Nuestra leyenda personal se escribirá con mejor letra.

jueves, 10 de julio de 2008

La búsqueda

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Sobre el horizonte se dibujaba su silueta. Tenía las piernas recogidas y sus brazos las abrazaban. La barbilla apoyada en las rodillas y el pelo, suelto, se entregaba a los caprichos de la brisa que llegaba del mar.

El malecón era un lugar al que le gustaba ir. Perderse en la delgada línea imaginaria que dividía cielo y mar mientras sus pensamientos bailaban de un lugar a otro sin nada establecido que reflexionar ni ningún viaje que planear. Las olas dibujaban pliegues en el agua y rompían contra el muro provocando una espuma que llegaba a humedecerle los brazos desnudos. Lo agradecía. Hacía calor y no era muy amante de quedarse bajo el sol durante demasiado tiempo.

Cerró los ojos en un intento por fijar su pensamiento. Era la única forma de concentrarse. Hoy sí tenía reflexiones que hacer, decisiones que tomar. Su vida se había desarrollado de una manera más o menos fácil. Nunca le faltó de nada y tuvo problemas, como el resto del mundo, que de una manera u otra supo superar. Se sentía orgullosa de ello.

Sin embargo, no lograba sentirse feliz. Sí lo sabía, la felicidad es algo abstracto y sólo nos viene a visitar de vez en cuando, en determinados momentos. Pero aún así. Todas las cosas que lograba al final acababan por aburrirle. Tal vez su problema era que veía su vida como una consecución de metas. Y una vez conseguidas, las tiraba a la basura para buscar un reto más, distinto, vibrante, más complicado que el anterior y mucho más excitante. Se ponía obstáculos y los salvaba. Era una "natural problem solver" como una vez le dijo alguien. El asunto es que los problemas se los creaba ella misma.

Debía encontrar una solución. Las dos opciones eran claras: o conformarse con lo que tenía y cortase las alas; o saciar su sed de experiencias y seguir viviendo como si hoy fuera el último día de su vida. La primera era sencilla. Sólo tendría que aceptar lo que había conseguido hasta ahora e intentar "disfrutar" de ello. La segunda implicaba estar dando tumbos el resto de su vida, o hasta que alguien o algo consiguiera llenarle de tal forma que no tuviera que buscar nada nunca más, porque ya lo habría encontrado.

La música atronadora de un coche tuneado la despertó de su ensimismamiento. Lo maldijo. Pensaba que estaba llegando a algo concreto. Pero no, seguía en el mismo punto. Quería encontrar el equilibrio en su vida. Y por lo visto hoy no iba a poder ser. Así que se recogió el pelo. Bajó de un salto del muro del malecón y se alejó del mar. Volvería. Tenía asuntos pendientes.

martes, 8 de julio de 2008

Cosas que dejé en aquel lugar


Ternura.
Risas.
Oscuridad.
Besos.
Escalofríos.
Cariño.
Manos.
Desliz.
Sudor.
Palabras.
Te quiero.
No.
Abrazo.
Miedo.
Decisión.
Hasta pronto.
Frío.
Necesidad.
Contradicción.
Nostalgia.
Voces.
Lágrimas.
Canciones.
Reencuentro.

En definitiva,
cosas que dejé en aquel lugar,
en aquel rincón,
en ti.

martes, 1 de julio de 2008

Palabras vacías

Un te quiero de tu boca no sirve para nada. Una caricia resulta cínica. Un abrazo, innecesario. ¿Qué hubo de real? Mientras yo te entregaba mi alma en una bandeja de plata, tú te entregabas a medias y gota a gota, sin malgastar energía. ¿Dónde estaba tu otra mitad?

Ahora los segundos pasan despacio dándome tiempo a estudiar todo lo que vivimos, todo lo que tenemos. No veo con claridad. Una parte de mí quiere creerte, y la otra me empuja hasta el más caliente de los infiernos. Dentro de mí la desilusión y la rabia vengativa luchan en igualdad de condiciones contra el amor que aún siento. Mis lágrimas, testigos pasivos.

Las palabras se quedan vacías. Y yo me siento pequeña.