viernes, 25 de abril de 2008

El tren

“Perder nunca se le dio bien” pensaba mientras miraba sus negros zapatos sentada en la estación. Los subía y los bajaba, en un pequeño balanceo. Su pelo tapaba parte de su cara. Se había convertido en un gesto consciente al que recurría cuando deseaba huir. Tampoco quería que le viesen llorar.

Un tren acababa de arribar. Ya lo había visto antes, muchas veces. Pero nunca lo había tomado. Lo observaba. Le fascinaban sus finas líneas negras, los bombillos dorados, las grandes ventanas a través de las cuales podía verse todo el interior. Aquel ruido de las ruedas rodando sobre las vías le parecía musicalmente hermoso.

Sin embargo, ella se quedaba allí sentada, una y otra vez, balanceando su frágil cuerpo, con el billete completamente arrugado en la mano y preguntándose qué es lo que le impedía levantarse, acercarse y subir… descubrir la vista desde dentro, envuelta en su calor, en su delicadeza.

Un pitido la despertó de su ensimismamiento. El tren comenzó a andar. Alzó la vista y le dijo adiós, con el corazón encogido gritando en silencio.

Tal vez ése no era su viaje, tal vez debería esperar un poco más, sin perder la esperanza, en la fría soledad de la estación. O tal vez, aquel tren no era al que se debería subir.

viernes, 11 de abril de 2008

Sin título

El grito no se escuchó. Ni retumbaron las paredes.
Su cuarto se hizo grande y ella se sintió pequeña.
"Sálvame por favor, no sé cómo salir de aquí. Me ahogo".
Y dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.

miércoles, 9 de abril de 2008

Sin palabras

Como un vendaval. Así fue tu llegada.
Entraste en mi corazón, iluso él, que se entregó sin tapujos.
Un día te fuiste, sin mediar palabra.
Mi alma ha quedado en ruinas y aún te espero, sentada en el rellano de mis sentimientos, a que vuelvas a pedirme perdón.

((Dedicado a Mentxu))

lunes, 7 de abril de 2008

¿Hasta cuándo?

A veces lograba sacarla de quicio. Y era en ese preciso instante cuando se preguntaba si merecía la pena seguir con aquello. Colocaba sobre una balanza lo bueno y lo malo. De momento lo primero superaba a la tristeza, el enfado, los malentendidos y la soledad que día sí día no invadía su cuerpo. Sin embargo, aquella balanza nunca había estado tan cerca de llegar al equilibrio.

De él le había enamorado su inteligencia, su saber estar, su capacidad de razonar, su forma de hablar y sus ojos. Pero sobre todo, su sonrisa.

Aquel sentimiento de entonces no era más que la sombra de lo que ahora sentía. No sabía si las decepciones habían dado lugar al agotamiento emocional o si simplemente la primera fase de enamoramiento había pasado y ahora lo veía todo completamente lúcida, sin disfraces, sin papel de regalo.

Lo quería mucho, eso no lo podía negar, sin embargo gran parte de aquella pasión irrefrenable de los primeros meses había desaparecido. Ni siquiera le deseaba como antes. Se preguntaba hasta cuándo podría aguantar. ¿Hasta cuándo?

Al rato volvía a pensar en ello. ¿No serían sus sentimientos totalmente injustos? Al fin y al cabo era un bueno hombre. Se sentía culpable y al momento, se autoconvencía de que ya no era el de antes. Su sonrisa no era la misma. ¿Estaría él también decepcionado? Y… ¿hasta cuándo podría soportarlo? ¿Hasta cuándo?

jueves, 3 de abril de 2008

Anoche soñé


Anoche soñé.

Recuerdo haber muerto y haber renacido. Sin embargo, en esta ocasión, mi cuerpo era distinto. No tenía brazos, sino alas. Mis piernas eran delgadas y frágiles, y eran cuatro en vez de dos. Había desaparecido mi melena negra, y en su lugar dos largas antenas habían crecido. Caí en la cuenta: era una mariposa. ¡Y podía volar! Volar…

Lo primero que hice fue volver a ver a los que en mi vida anterior había querido: mi madre, tan fuerte y tan delicada al mismo tiempo; mi hermana, tan bella; mi niño sonriente y juguetón; los hombres a los que amé, a los que perdí, a los que nunca tuve; mis amigos, con los que tanto me reía. Les echaré de menos.

Sin embargo, es hora de dejar todo atrás, y comenzar mi nueva vida. Una en la que no tenga otra obligación que dejarme llevar. Por el viento, la brisa del mar, por el calor del sol y el frío de la lluvia. Mis alas se abrirán y volaré, volaré… hasta donde ellas me quieran llevar.