jueves, 10 de julio de 2008

La búsqueda

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Sobre el horizonte se dibujaba su silueta. Tenía las piernas recogidas y sus brazos las abrazaban. La barbilla apoyada en las rodillas y el pelo, suelto, se entregaba a los caprichos de la brisa que llegaba del mar.

El malecón era un lugar al que le gustaba ir. Perderse en la delgada línea imaginaria que dividía cielo y mar mientras sus pensamientos bailaban de un lugar a otro sin nada establecido que reflexionar ni ningún viaje que planear. Las olas dibujaban pliegues en el agua y rompían contra el muro provocando una espuma que llegaba a humedecerle los brazos desnudos. Lo agradecía. Hacía calor y no era muy amante de quedarse bajo el sol durante demasiado tiempo.

Cerró los ojos en un intento por fijar su pensamiento. Era la única forma de concentrarse. Hoy sí tenía reflexiones que hacer, decisiones que tomar. Su vida se había desarrollado de una manera más o menos fácil. Nunca le faltó de nada y tuvo problemas, como el resto del mundo, que de una manera u otra supo superar. Se sentía orgullosa de ello.

Sin embargo, no lograba sentirse feliz. Sí lo sabía, la felicidad es algo abstracto y sólo nos viene a visitar de vez en cuando, en determinados momentos. Pero aún así. Todas las cosas que lograba al final acababan por aburrirle. Tal vez su problema era que veía su vida como una consecución de metas. Y una vez conseguidas, las tiraba a la basura para buscar un reto más, distinto, vibrante, más complicado que el anterior y mucho más excitante. Se ponía obstáculos y los salvaba. Era una "natural problem solver" como una vez le dijo alguien. El asunto es que los problemas se los creaba ella misma.

Debía encontrar una solución. Las dos opciones eran claras: o conformarse con lo que tenía y cortase las alas; o saciar su sed de experiencias y seguir viviendo como si hoy fuera el último día de su vida. La primera era sencilla. Sólo tendría que aceptar lo que había conseguido hasta ahora e intentar "disfrutar" de ello. La segunda implicaba estar dando tumbos el resto de su vida, o hasta que alguien o algo consiguiera llenarle de tal forma que no tuviera que buscar nada nunca más, porque ya lo habría encontrado.

La música atronadora de un coche tuneado la despertó de su ensimismamiento. Lo maldijo. Pensaba que estaba llegando a algo concreto. Pero no, seguía en el mismo punto. Quería encontrar el equilibrio en su vida. Y por lo visto hoy no iba a poder ser. Así que se recogió el pelo. Bajó de un salto del muro del malecón y se alejó del mar. Volvería. Tenía asuntos pendientes.

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