lunes, 30 de junio de 2008

¿Hasta cuándo? II

Irremediablemente, la misma pregunta, una, otra y otra vez. Sobrevuela su cabeza, amenazante. La tortura, la arrastra hacia la locura. Sus esfuerzos son inútiles. El tiempo, perdido. Ella siempre vuelve:
¿Hasta cuándo?

miércoles, 25 de junio de 2008

Más

Quiero ser el beso que te despierta,
y los brazos que te dan las buenas noches.
Quiero ser los dedos que te desnudan
y el cuerpo que se pierde en tu cuerpo.
Quiero ser la unión eterna de nuestras manos
y el inagotable hambre de nuestro deseo.
Quiero ser el recipiente de los "te quiero"
para guardarlos y que no se agoten nunca.
Quiero luchar contra tristezas y soledades.

Quiero ser musa que te inspira.
Quiero ser la protagonista de tus palabras.
Quiero ser la nota de tu guitarra.
Quiero ser la luna que te acune.
Y el sol que te alumbre.

¿Más? Siempre quiero más.

sábado, 21 de junio de 2008

Escalofrío

Lo observaba dormir. Su respiración acompasada, tranquila. Su mano se posaba sobre el pecho de ella, como queriendo contener su esencia. Le fascinaba mirarlo de aquella forma. Su dedo comenzó a jugar con su pelo enmarañado. Acarició su frente, sus ojos y bajó sobre aquella fina y preciosa nariz para finalmente posarse sobre sus labios. Evocó los besos hambrientos que aquella boca le había dado la tarde del primer encuentro y un escalofrío le recorrió la espalda.

Su mano siguió el camino, impulsada por la fina piel morena que envolvía aquel cuerpo. Acarició su cuello, su pecho con los pezones ahora relajados y se detuvo a jugar con el vello curiosamente rizado que cubría parte de su torso. Al apretar ligeramente sobre su ombligo, él se estremeció. Sin embargo, no se despertó.

Siguiendo la senda marcada, la mano se deslizó sobre su miembro, aún ligeramente erguido y palpitante de la última sacudida. Otro escalofrío.

Apoyó la cabeza sobre su pecho. Suspiró y lo abrazó. Deseó que aquella noche no terminara nunca. Finalmente se durmió con la tranquilidad de saber que aquel hombre era al que amaba.

viernes, 20 de junio de 2008

Un segundo

Uno.
Un segundo desde tu última llamada.
Un segundo desde tu última palabra.
Uno.
Largo, eterno.
Un segundo para extrañarte.
Un segundo para evocarte.
Uno.

Un segundo menos...

jueves, 19 de junio de 2008

El amor se siente o no se siente

Era extraño. De repente aquel hombre le había hecho sentir especial. No recordaba que nadie la hubiese tratado de esa forma en su vida. Hacía una semana que se conocían y la explosión de sentimientos se asemejaba a la de la bomba atómica. Se preguntaba si los habría estado reservando para cuando llegara el momento oportuno. Tal vez lo que ocurría es que simplemente los había estado guardando en un cajoncito de su corazón para que no cogieran polvo, del poco uso que les daba, y él se merecía que los recuperara del olvido.

Se sentía feliz, llena de júbilo, y al mismo tiempo el miedo la dejaba paralizada. ¿Miedo a qué? No podía dejar de preguntárselo a sí misma. La respuesta era obvia: miedo a sentir; miedo a descubrirse, a darlo todo, a enamorarse sin tapujos, a la obligación de trastocar algo en su vida, o al placer de hacerlo; y también miedo al fracaso, a que no fuera real...

En fin, no era tan fácil como parecía. Sin embargo, estaba de acuerdo con lo que la protagonista de la serie de la noche anterior había dicho: "el amor se siente o no se siente, y no hay más complicaciones".

domingo, 15 de junio de 2008

viernes, 13 de junio de 2008

Los sentimientos andan locos

A sabiendas que te importo,
aún, si cabe, te quiero más.
Qué locura ésta de los sentimientos,
que sin llamarlos llegan.
Para quedarse ¡qué remedio!
y habitar en mí,
hasta que ya no me quieras.

jueves, 12 de junio de 2008

El encuentro

Existen personas que aparecen por casualidad. Hay otras que llegan porque así ha de ser. Y otras, en cambio, por las dos cosas.

La casualidad y el destino tejieron nuestro encuentro. Punto a punto. Coma a coma.

No visitaron las risas, las emociones, las palabras. Y ya no pudimos dar marcha atrás. Para cuando nos dimos cuenta yo ya estaba enganchada a ti. Y tú... tú no podías reprimir las ganas de abrazarme, de sentirme, de hablarme.


Te preguntabas mil veces por segundo si estaría pensando en ti. Y sí, lo estaba.

Lo estoy, de hecho, mientras escribo estas palabras y mis pensamientos me acosan con una sola imagen: la tuya.