jueves, 17 de julio de 2008

La sonrisa y la culpa

Sonríe. Sonríe por favor. Él la miraba suplicante. Ella se perdía en el vacío. El color de sus ojos apenas era perceptible detrás de aquel océano de lágrimas que salía a borbotones sin poder contenerse.

Sonríe. Por favor, no estés tan seria. Pero los esfuerzos que ella hacía porque en su boca se dibujara una sonrisa, no eran más que muecas espantosas, tristes, ridículas.

Sonríe. Si no lo haces, me sentiré culpable. Eso llamó su atención. Sus ojos dejaron de llorar y se posaron sobre la boca de aquel hombre cuya candidatura a ser el elegido nunca había estado tan cerca de ser real. ¿Qué has dicho? He dicho que si no sonríes me sentiré culpable. La carcajada se escuchó en todo el edificio. Ella no podía dejar de reír, y él no entendía a qué se debía.

¿Qué te sentirás culpable? Preguntaba una y otra vez, incrédula. Su cara dejó de reflejar diversión y pasó a ser odio en estado puro. ¿De verdad no lo entiendes? Ella se levantó y se dirigió a la puerta, la abrió y señaló el rellano. Sal de esta casa, sal de mi vida. Él caminó hacia ella, despacio.

¿Por qué? Ella sonrió. No quiero que te sientas culpable.

1 comentario:

Pablo Mariosa dijo...

Entre la sonrisa y la culpa... Sin duda, una situación llena de tensión.
Cuando quieras leer un rato, te invito a visitar mi blog. Subí un nuevo escrito.
Saludos,
Pablo